sábado, 28 de febrero de 2015

No soy una princesa, soy una guerrera


El 2 de Febrero del 2015, estuve caminando de vuelta a mi departamento, después de estar por casi hora y media en el gimnasio, me entretuve en una vidriera y me llamó la atención el estampado “No soy una princesa, soy una guerrera”, primero sonreí y pensé: es justa para mí y cuando retomé mi camino a casa recordé como gané una batalla, sobreviví y comencé a vivir nuevamente desde hace dos años.

En mi familia, desde muy chica me acostumbré a la palabra Cáncer, el tema del Cáncer lo veía siempre desde la lucha y muy pocas veces, salvo pocas excepciones, lo relacionamos con la muerte. Parte de mi experiencia de vida es ver a mi madre luchando desde hace más de 18 años con un cáncer de tiroides y hoy siento que algunas veces desconocía su dolor interno, porque el cáncer comprende una lucha interna, la cual se acompaña paralelamente con la lucha que se emprende en familia y con tus amistades contra esa enfermedad, es totalmente cierto que te afecta tanto a ti como a tu entorno.

 Por más experiencia que haya tenido y haya convivido siempre con el cáncer, nunca me posicioné desde la perspectiva del paciente, hasta que al final comprendí que en un segundo tu vida puede cambiar. La mía cambió en cinco segundos, el 15 de enero del 2013, después de haber visitado a diversos especialistas, poner en alerta a los médicos de que algo andaba mal en mí, hacerme los controles recomendados desde los 23 años, estaba frente a frente con mi médico quien me dijo, con mucha tristeza, que lo que tenía era un carcinoma maligno, su nombre “carcinoma seroso papilar del endometrio” y yo tenía recién cumplidos 39 años.

Mi experiencia no me preparó para que sea yo la paciente, así que en ese momento de tristeza, lo único que se me ocurrió preguntar es ¿y ahora qué hacemos?, no recuerdo en qué momento se me pararon las lágrimas, pero sí recuerdo caminar sobre una nube y no caerme, no podía creerlo, me senté en una banca en el hospital, recordé que no había desayunado, pero tampoco tenía hambre, también sabía lo que se venía pero, en ese momento, no podía procesarlo, hoy recuerdo también el frío que sentí y aún siento mis manos temblar aquel día. Una semana de exámenes, para una cirugía de emergencia, tratamiento: histerectomía total, extracción de ganglios y sesiones de quimioterapia con radioterapia, ahora que lo pienso fueron demasiadas cosas para comprenderlas cuando estás en shock. Esa noche lloré, porque tuve dos elecciones llorar y abatirme o permitirme llorar y luchar, y obvio escogí llorar toda la noche y comenzar mí lucha al día siguiente y ganar. 


domingo, 16 de mayo de 2010

¿Robar el alma?

Para una gran diversidad de tribus, las fotos representantan un peligro, el acto de la fotografía "roba el alma y/o la voluntad del sujeto" quedando preso o en posesión del fotógrafo.

Mi cámara, mas allá de ser un auxiliar "científico" con el que intento documentar mis investigaciones; tiene sensibilidad y forma artística, creación que la comparto con quienes les robé el alma.

Hoy, miro nuevamente la pequeña exposición que armé en casa, una muestra de fotografías cuidadosamente seleccionadas, y no dejo de pensar ni plantearme ¿Por qué decidí trabajar con personas? Me conquistaron las miradas, sus sonrisas, manos, expresiones en general, y todo lo que puedo captar en ellas cuando las veo.
Actualmente, no llevo la cámara conmigo, y cuando camino por la calle suelo ver cuadros fotográficos, en otro momento hubiera tomado inmediatamente mi cámara y capturado unas cuantas fotografías, pero decidí no robar el alma de las personas... por un tiempo..., y dejar que los cuadros sigan su camino.

(Mientras escribía este pequeño texto, recordé la historia de Guido Boggiani, el explorador italiano que fotografió a tribus en América del Sur, y la leyenda de las tribus aborígenes)