El
2 de Febrero del 2015, estuve caminando de vuelta a mi departamento, después de
estar por casi hora y media en el gimnasio, me entretuve en una vidriera y me
llamó la atención el estampado “No soy una princesa, soy una guerrera”, primero
sonreí y pensé: es justa para mí y cuando retomé mi camino a casa recordé como
gané una batalla, sobreviví y comencé a vivir nuevamente desde hace dos años.
En
mi familia, desde muy chica me acostumbré a la palabra Cáncer, el tema del
Cáncer lo veía siempre desde la lucha y muy pocas veces, salvo pocas
excepciones, lo relacionamos con la muerte. Parte de mi experiencia de vida es
ver a mi madre luchando desde hace más de 18 años con un cáncer de tiroides y
hoy siento que algunas veces desconocía su dolor interno, porque el cáncer
comprende una lucha interna, la cual se acompaña paralelamente con la lucha que
se emprende en familia y con tus amistades contra esa enfermedad, es totalmente
cierto que te afecta tanto a ti como a tu entorno.
Por más experiencia que haya tenido y haya
convivido siempre con el cáncer, nunca me posicioné desde la perspectiva del
paciente, hasta que al final comprendí que en un segundo tu vida puede cambiar.
La mía cambió en cinco segundos, el 15 de enero del 2013, después de haber
visitado a diversos especialistas, poner en alerta a los médicos de que algo
andaba mal en mí, hacerme los controles recomendados desde los 23 años, estaba
frente a frente con mi médico quien me dijo, con mucha tristeza, que lo que
tenía era un carcinoma maligno, su nombre “carcinoma
seroso papilar del endometrio” y yo tenía recién cumplidos 39 años.
Mi
experiencia no me preparó para que sea yo la paciente, así que en ese momento
de tristeza, lo único que se me ocurrió preguntar es ¿y ahora qué hacemos?, no
recuerdo en qué momento se me pararon las lágrimas, pero sí recuerdo caminar
sobre una nube y no caerme, no podía creerlo, me senté en una banca en el
hospital, recordé que no había desayunado, pero tampoco tenía hambre, también sabía
lo que se venía pero, en ese momento, no podía procesarlo, hoy recuerdo también
el frío que sentí y aún siento mis manos temblar aquel día. Una semana de exámenes,
para una cirugía de emergencia, tratamiento: histerectomía total, extracción de
ganglios y sesiones de quimioterapia con radioterapia, ahora que lo pienso fueron
demasiadas cosas para comprenderlas cuando estás en shock. Esa noche lloré,
porque tuve dos elecciones llorar y abatirme o permitirme llorar y luchar, y
obvio escogí llorar toda la noche y comenzar mí lucha al día siguiente y
ganar.
El
23 de enero, se realizó la cirugía, todo un éxito, buen pronóstico, y a los dos
días de la cirugía las kinesiólogas me enseñaron a dar mis primeros pasos en mi
nueva vida y lloré de alegría, sin embargo venía la quimioterapia y nuevas
interrogantes, ¿Cómo será? ¿Dolerá? ¿Vomitaré? ¿Me pondré gris como en la tele?
Estaba muy asustada. En una reunión para pacientes con cáncer, donde todas las
chicas ya habían realizado la quimioterapia o estaban en pleno tratamiento,
tuve la suerte de que me explicaran todos los efectos, desde la perspectiva del
paciente, que pasaría con mi pelo y con la suerte que tengo, porque tengo muy
buena suerte, hasta me gané una peluca, en ese momento estaba muy triste pero
ahora lo recuerdo feliz, salí de esa reunión con un set de maquillaje, brochas
profesionales y un vale por una peluca, para que durante el tratamiento las
pacientes con cáncer estemos siempre lindas. Me ayudaron mucho, corté mi pelo,
fui a mi psicólogo, conversé con mi oncóloga y me despedí de mi ginecólogo
hasta que termine el tratamiento y, finalmente, me sentí preparada para
comenzar mi quimioterapia, siempre recuerdo las drogas “Placataxel y Carboplatino” Coméncé mi tratamiento el 6 de mayo
y culminó el 17 de octubre del 2013.
Ay
el cáncer, que duro fue luchar contra él, tenía dos sesiones seguidas de
quimioterapia cada veintiún días, divididas en tres sesiones, después
descansaría con la radioterapia durante un mes y volvería a la quimio, cuando
comenzaba una quimio lloraba y cuando la terminaba me iba súper feliz. La
primera sesión me destruyó, no sólo vomité, sino que me sentí explotar desde
adentro hacia afuera y tuve la sensación de estar muriendo, pero no morí, eran
sólo los efectos secundarios que, no le da a todos los pacientes sino solo a
algunos. En 15 días mi cabello se cayó totalmente, pero un día antes de que se
caiga me fui a un concierto, canté bailé y reí, al día siguiente tuve que ir a
la peluquería porque ya no tenía gran parte del pelo que cubría mi cabeza, se
había caído durante la noche, creo que mi pelo esperó a que vaya a ese
concierto, fui a ver a “VIRUS” así que me raparon el pelo, y me coloqué mi
peluca, subí a mi bici y me volví a casa.
La
bici fue mi compañera deportiva, ya que tuve que abandonar todos mis deportes,
los fines de semana y cuando me sentía fuerte salía a dar vueltas en mi bici, algunas
veces me fui a bailar a uno que otro boliche, en una que otra reunión de la
universidad nos reuníamos en la “Alameda”,
ese barcito tradicional de Córdoba y comía empanadas, me gusta vivir y me gustó
aún vivir más durante mi quimio y el cáncer no me impediría seguir viviendo o
hacer las cosas que me gustaba, incluso jugué fútbol, después de la segunda
sesión sólo podía estar unos minutos porque el correr detrás de la pelota me
cansaba mucho y tenía las defensas muy bajas, no podía respirar bien, recuerdo
que un día no pude jugar y me dedicaron un gol y también lloré, pero mis
lágrimas fueron de felicidad, iba a los partidos con una gorrita a pelotear un
rato.
Lo
que recuerdo de mi tratamiento es que, algunas veces se me hacía eterno, pasaba
tres días aproximadamente sin poder probar un alimento, sólo por el malestar
que tenía, cambié mucho físicamente, no sólo se cayó el pelo, sino también mis
cejas y mis pestañas, ya no me reconocía al verme en el espejo, por los
corticoides comencé a hincharme, la ropa ya no me quedaba. Cambié internamente,
aprendí a tener paciencia, a no preocuparme por situaciones que son
irrelevantes, aprendí también a que hay una historia detrás de todas las
personas, y que nuestros cambios físicos
o psíquicos generalmente tienen un por qué, aprendí a detenerme, a escuchar y
comprender el dolor del otro.
Aún
hoy en día, cuando me sucede algo y me preocupo en demasía o no entiendo el por
qué de algunas situaciones, y camino por la calle reconozco a las personas que
están en tratamiento de quimioterapia y, recuerdo que no debo preocuparme por
nada irrelevante y presiento que los veo en el preciso instante en el que
siento que se me viene el mundo abajo cuando en realidad todo son detalles
salvables. También usé pañuelo, me hice todos los moños posibles, a pesar de lo
dolorosa que fue mi lucha, salí de ella e intenté no perder mi felicidad, mis
médicos, mis amigos, mis amigas me dijeron que son las ganas de vivir y, como
premio…ahora me creció un pelo ondulado, siempre quise tenerlo ondulado, aún
estoy retomando mi vida y algunas actividades en ella, pero es poco a poco, hoy
volví a recordar el última día de mi quimio, estaba ansiosa y sólo quería irme,
esa quimio me dolió tanto, pero fue la última y sobreviví, luché y creo que
siempre seguiré luchando. También recordé el primer día y único que me dieron
el asiento en el cole, estaba tan contenta porque estaba muy cansada y sólo
quería sentarme para llegar a mi oficina y trabajar como si fuera cualquier día.
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